miércoles, 8 de diciembre de 2010

***Capítulo 8: Conocimiento***

   Me asusté. ¿Qué había pasado? Bryan me puso detrás de él, con un empujón cariñoso.
<<Espera, voy a apagar eso>>
   En cuanto terminó de decirlo, me soltó las manos, se acercó al árbol y juntó las manos. A los pocos segundos apareció una nube muy pequeña y comenzó a llover sólo encima de ese árbol. Me quedé mirando a Bryan. ¿Siempre actuaba así? ¿Tanto se notaba cuando usaba su magia?
<<Bryan, no quiero perderte, pero es mi vida y tengo derecho a saber qué pasó>>
<<Lo sé, pero yo no puedo contártelo. Tiene que ser tu padre>>
-Bryan, ni si quiera sé como llegar hasta él, ¿cómo demonios quieres que me lo cuente?
-El lago-dijo firmemente.
-¿Qué?-estaba confusa, ¿a qué venía eso?
-Puedes llegar por el lago. ¿Recuerdas la piedra con la que resbalaste?-asentí-. Tócala con la mano y piensa en el lugar al que quieres ir. Puede llevarte a cualquier sitio, pero para volver necesitas concentrarte en la piedra y pedirle que te traiga de vuelta.
-Bryan...
-Lo sé, me has dicho que me marche-dijo fríamente-. ¿Necesitas algo más de mí?
   Quería decirle que le necesitaba a él, que no quería que se marchara... ¡Que le amaba!
-No-respondí en el mismo tono, le miré a los ojos-. Puedes irte.
   Pero no me atreví. ¡Era una cobarde, asquerosa!
   Bryan se dio la vuelta y se perdió en la oscuridad. Comencé a llorar. Recordé lo que me había dicho, me sequé las lágrimas con la mano y empecé a correr hacia el lago. Llegué a la orilla, miré a mi alrededor; no podía arriesgarme a que Joe me viera. No había nadie. Entré en el agua. Era difícil oponerse a la fuerza con que me empujaba la corriente.
   En pocos minutos encontré la roca; me sumergí por completo, cerré los ojos y rocé la piedra con la punta de los dedos: pensé en mi padre. Noté que la roca desprendía calor, abrí los ojos y vi cómo brillaba. Como no me llevara pronto me iba a asfixiar. Comencé a dar vueltas, cerré los ojos de nuevo.
   Sentí suelo firme bajo mis pies y volví a abrir los ojos. Estaba en el cuarto con las paredes negras. Alcé la mirada, había cosas de mi antiguo cuarto, supuse que ésta era ahora mi habitación. Cerré la puerta, me dirigí hacia la cómoda y empecé a buscar por los cajones. Buscaba algo, pero no sabía el qué. En el último cajón encontré dos cosas... mi cajita de música de cuando era pequeña y un colgante con forma de S. El colgante de mi madre. Recordé su imagen. Sus ojos marrones brillaban de alegría; era el día de mi 13 cumpleaños. Lo pude ver todo como si volviera al pasado.
   Me habían vendado los ojos para entrar en casa, pero ya sabía que me habían preparado una fiesta.
-Venga, Sam...-dijo mi madre.
-Mamá, sé perfectamente lo que habéis hecho.
-Lo dices como si fuera un crimen, cariño-no podía verla pero sabía que estaba sonriendo.
-Para mí lo es. No es que me mate por ir a las fiestas, mamá.
-Pero esta no es una fiesta cualquiera, es TU fiesta.
-Peor me lo pones-comenzamos a reírnos.
   En ese momento entramos al salón. Mi madre me quitó el pañuelo de los ojos y todos gritaron: "¡SORPRESA!"
   Después de la fiesta, fui a mi cuarto, estaba agotada. Mi madre llamó a la puerta.
-Sam, ¿puedo pasar?
-Sí-contesté, nerviosa.
   Se sentó en mi cama, conmigo. Estuvimos hablando un largo rato de la fiesta, no había estado tan mal.
   Sacó una cajita rosa, con una lazo dorado y me la entregó.
-Mamá, no hacía falta que me compraras nada...
-Te prometo que no me he gustado ni un céntimo-la miré a los ojos, las dos estábamos nerviosas-. Ábrelo-sonrió.
   Abrí la caja... y dentro había un colgante. Era una S bañada en oro blanco y rosa, la cadena soltaba destellos dorados.
-Mamá...
-Era de tu abuela Susan... después fue mío, Sarah... y ahora es tuyo, Samantha. Cuídalo, es muy especial. Así me llevarás siempre contigo.
   La abracé impulsivamente.
   Poco a poco, volví a la realidad. Me puse el colgante y salía buscar a mi padre. Me quedé quieta en medio del pasillo, había silencio; si Bryan estaba ahí no, no se encontraba con mi padre. El único inconveniente de eso era que tendría que agudizar el oído. ¿Sería capaz de escuchar los latidos de mi padre? Ya escuché una vez los del director...
   Me quedé en silencio, sin hacer ruido. Noté la presencia de mi padre... Cerré los ojos. Me concentré en él. Veía el pasillo hasta con los ojos cerrados; las habitaciones pasaban por mi lado, las conté: 7. Tenía por delante siete puertas antes de llegar a mi padre. Abrí los ojos; mientras caminaba sin hacer el menor ruido, pensaba en que ya podía controlar uno de mis poderes, pero no imaginaba que sólo era una pequeña parte del verdadero poder. Llegué a la octava puerta, llamé y escuché atentamente. Nada. ¿Me habría equivocado? Entré, y allí estaba mi padre, sonriente.
-Aquí no hace falta llamar a la puerta, hija.
-Ah...
-¿No le vas a dar un abrazo a tu padre?

-La echas de menos, ¿verdad?-asentí-. ¿Quieres llevarte la foto?
-Sí, por favor...
   Se acercó a mí, me abrazó, me miró a los ojos y sonrió.
<<Sam, puedes venir aquí cuando te apetezca, incluso si quieres estar sola y no quieres hablar con nadie>>
<<Gracias, papá...>> Me fue muy difícil decirle papá.
-Ve a tu cuarto, si quieres; o puedes explorar la mansión.
-Está bien-dije impaciente.
   Salí de la habitación, miré a los dos lados del pasillo y escogí el camino opuesto al de mi cuarto. Estuve caminando un largo rato; observé que no había ventanas. ¿Por qué sería? Todos los pasillos, las habitaciones... esto parecía un laberinto. Cuando creía que me había perdido, encontré una gran escalera de caracol que vertebraba la mansión. Empecé a oír un murmullo apagado. Escuché atentamente: provenía de abajo.
   Bajé por la escalera, no era tan grande como parecía... 10 pisos hacia abajo. Cada vez que descendía uno de los diez pisos, el murmullo aumentaba de volumen, se oía más claro y fuerte. Cuando aún me quedaban tres pisos descubrí que eran personas hablando. Continué descendiendo; 2 pisos. Distinguí una voz masculina que se oía por encima de las demás. Seguí bajando; 1 piso, 43 escalones más. Esa voz, ¿por qué me resultaba tan familiar? ¿Y por qué tenía tanta autoridad? Sólo quedaban 20 escalones. El corazón se me aceleraba... Él estaba de espaldas, pero su pelo largo y negro como el ala de un cuervo era inconfundible... ¿Qué estaba haciendo él allí? ¿También conocía a mi padre? ¡Era imposible!
   Me abrí paso entre la gente, ¿qué hacían allí todas esas personas? Me detuve cerca de él, pero aún seguía de espaldas. La gente comenzó a callarse, otra vez yo sería el objeto de todas las habladurías. Bajé la mirada, incómoda; Bryan y Mark se habían cruzado  por aquí como si nada... Bryan. Se había marchado. no quería que nadie me viera llorar; menos aún por él. Intenté contener las lágrimas, pero no sirvió de nada. Una lágrima cayó por mi mejilla.
   En ese momento, Mark se dio la vuelta y me miró. Le sostuve la mirada. Di un paso al frente, sonrió y me lancé a sus brazos; necesitaba desahogarme, y él me dejó llorar. Me acariciaba el pelo, y eso me producía escalofríos. Si Bryan tenía la piel caliente, Mark era un témpano de hielo.
  Levanté la cabeza, la gente aún seguía mirándome. Pero, ¿por qué? Miré a Mark a los ojos.
-Sam, ¿qué haces aquí?-preguntó algo confuso.
-Ver a mi padre...
-¿Tu padre? El único adulto que hay aquí es... Él.
-Mi padre-la aclaré-. Él es mi padre.
-Entonces, tu eres...
-Mi hija-dijo mi padre desde la escalera. Me abracé aún más fuerte a Mark-. La hechicera, o futura hechicera, más poderosa del mundo.
   Todos me miraron mejor. Mark me sujetó la barbilla, y me miró fijamente a los ojos.
-Señor, ella tiene...
-Lo sé. No tiene quince años, pero ya tiene la Luz en su interior... reflejada en su mirada. Eso significa que dentro de dos días, día 11 de noviembre, partiréis en busca del Báculo de Allégora.
-¡Señor! ¿El Báculo de Allégora? Es imposible de encontrar...
-Eh... papá-intervine-. Creo que sé dónde está.
-¿Sabes de qué estoy hablando?-preguntó sorprendido. Asentí-. ¿Y donde está, pues?
   Saqué el colgante de mi madre, y al instante comprendió.
-La tumba de Sarah...
-Sí. Mamá me contaba historias fantásticas de pequeña. Creo que no eras el único de la familia en tener poderes...
-Mejor vamos a hablar en la sala-asentí-. Tú también, Mark-se sorprendió que supiera su nombre.