lunes, 25 de octubre de 2010

***Capítulo 5: Problemas y más problemas***

  Le cogí de la mano y fuimos a las piscinas. Me senté en el borde de una de las piscinas grandes, él se sentó a mi lado. Lo notaba un poco raro... tenía la mano helada. En un acto reflejo, le toqué la frente. ¡Estaba ardiendo! Me asusté.
-Bryan, estás ardiendo-le susurré.
-No pasa nada... es normal.
-¿Normal?-pregunté casi histérica-. ¿Puede ser que tengas más de 40 de fiebre y tú dices que es normal?
-Ya lo comprenderás... Esta noche voy a hablar con él-dijo cambiando de tema-, y mañana sabrás todo... creo. No intento asustarte... ni nada por el estilo..., pero... si no me deja contarte nada... tendré que irme-me quedé de piedra.
-¿Cómo que tendrás que irte? ¿Dónde?
-Donde tú no me encuentres... pero eso ahora no importa. Mañana hablaré contigo ¿sí?
-¿Esto es una despedida?-pregunté con tristeza.
-Sólo es un buenas noches-se acercó y me besó.
   Le sonreí. Le devolví el beso, me levanté y me fui. Por el camino, pensé en ir a ver a mi hermano. Fui a su cuarto, pero no abrió nadie... supuse que no habría nadie o estarían durmiendo. Recordé las palabras que me había dicho... << Lo he falsificado todo >> ¿Le habrían pillado? No podía ser...  ¡No podía ser! Dejé de pensarlo y me fui a mi cuarto. Al entrar encontré una nota en el suelo... la habían metido por debajo de la puerta. La abrí, era de Joe.
 
   HOLA HERMANITA:
¿QUÉ TAL? ESPERO QUE BIEN... TE ESPERO EN EL LAGO ¿VALE? VEN, ES IMPORTANTE.

   Me pilló desprevenida. ¿Para qué quería ir al lago? Y, ¿qué era tan importante? Me quedé unos segundos pensativa, volví a leer la nota y salí de mi cuarto. El tiempo que me llevó ir hasta el lago se me hizo eterno. Primero, empecé a paso lento... después, aceleré al máximo... me caí, tropecé varias veces, me arañaba con las ramas de los árboles... pero nada me detenía... Y, al llegar, ahí estaba. Joe, con su postura de siempre: los brazos alrededor de sus piernas encogidas. Tenía la mirada perdida. ¿En qué estaría pensando? Me senté a su lado, no quería interrumpirle. Hasta que no pasó un rato, no se dió cuenta de que yo estaba a su lado. Me miró a los ojos... estaba como nervioso y asustado a la vez. Me abrazó.
-Sam...-me susurró al oído. Definitivamente estaba nervioso... y protector-. El chico con el que estabas antes...
-Bryan-dije automáticamente-. Vale, ¿qué pasa con él?-pregunté separándome bruscamente de él.
-Pues... no me da buena espina... Sam, ¿te guarda algún secreto?
   ¡Bien! La pregunta del millón. Ahí ya no sabía qué hacer, ¿qué le contaba? ¿que había parado el tiempo? No podía contarle nada. Era... un secreto entra Bryan y yo... y Él, aunque ni siquiera lo conocía. Confiaba en él.
-No, creo que no- esta vez no notó que mentía.
-Entonces, preséntamelo.
-¿Qué?-pregunté atónita-. ¿Para qué?
-¿No me piensas presentar a tu novio?-me dijo sonriendo.
-Mmm... puede- comencé a reírme.
-¿Nos vamos ya? Mañana tenemos clase, ¿sabes?
-Sí, y yo algunos asuntos que resolver.
-¿Qué?
-Nada, pensaba en voz alta-dije, disimulando un poco.
   Nos fuimos caminando, cada uno pensando en sus cosas... El paseo por el bosque se me hizo eterno. ¿En qué estaría pensando Bryan? ¿Me habría creído? No estaba muy segura. Entonces, empecé a marearme, me cogí al brazo de Joe. No veía nada o, más bien, lo veía todo blanco. ¿Qué me estaba pasando? Luego vino el dolor de cabeza ¡¡me iba a estallar la cabeza!! Quedé arrodillada en el suelo, con las manos en la cabeza.
-¡¡Joe!!-grité-. Por favor, ¡¡ayúdame!!
   Mi hermano me abrazó, pero eso no hacía nada, él lo sabía. Mientras yo chillaba y me retorcía de dolor, él me acariciaba y me sujetaba para que no me hiciera daño.
   Estuvimos así toda la noche; durante un rato creí ver una figura alejándose de mí. También un rostro... en el que se adivinaban unos ojos azules, azules como el hielo.
   Al alba, cuando el cielo ya era de color anaranjado, todo paró de golpe. Estaba en brazos de Joe. Mi cabeza reposaba en su hombro. Apenas fui consciente de que me llevaba a mi cuarto.
 
 
   Me desperté tarde, suerte que era sábado y no habían clases... Miré el reloj: las once y media. Intenté levantarme, pero no podía. No sentía las piernas. Lo volví a intentar... y nada. Comencé a llorar, ¿por qué me estaba pasando todo esto? Las lágrimas me caían por las mejillas. Me ardía la cara... ¿tenía fiebre? No, me había dado un ataque de ansiedad. No podía dejar de llorar... ¡no podía parar! Alguien llamó a la puerta.
-Sam, abre. Sé que estás ahí-era Bryan...-. Por favor, abre.
   ¿Cómo podía decirle lo que me pasaba si ni siquiera podía hablar? Entonces, se me ocurrió algo: si llegaba asta el despertador... y hacía que sonara... a lo mejor... Alargué el brazo... casi llegaba... sólo un poco más. Lo probé de nuevo y... lo conseguí.
   Bryan escuchó el despertador... miró el reloj y sospechó que algo pasaba... ¿cómo sabía yo todo eso? ¿cómo era capaz de verlo si la puerta estaba cerrada? Me estaban pasando cosas muy raras. Entonces, me sentí capaz de gritar.
-¡¡¡Bryaaaaaan!!!
-¿Sam?-perguntó asustado-¿Qué pasa?
-No... puedo...-se me apagó la voz.
-¿Sam?-No contesté-. ¿Estás bien?
   Me quedé callada... ¿por qué no podía hablar? Cerré los ojos y me quedé inconsciente.
   Desperté horas después, agotada, no estaba en mi cuarto... ¿dónde estaba? Me encontraba en una habitacion de forma redondeada, sin esquinas; de color negro. Sólo había una mesita de noche junto a la cama, un estante con dos libros y un armario; todo del mismo color que la pared, negro.
   Intenté levantarme, esta vez sí lo conseguí. Me dirigí hacia la puerta. Me asomé al pasillo, no había nadie, pero se oía un murmullo apagado, como si alguien estuviera manteniendo una conversación a lo lejos. Elegí el pasillo de la derecha. Había muchas puertas, todas ellas estaban cerradas.
   Al fin, llegué a la puerta de la que salían las voces y entré. Me quedé de piedra al ver quién había dentro; mi padre. Se me saltaron las lágrimas, ¿esto era un sueño, no? Mi padre estaba... ¿vivo? Entonces, reparé en la otra persona que había allí; Bryan.
-Tú... ¿lo sabías?-le pregunté.
-Sam...
-¿LO SABÍAS?-grité.
-Sí-dijo bajando la cabeza-. Lo sabía.
-¿Por qué no me lo habías dicho?-pregunté dolida.
-Porque yo no se lo permitía-dijo una voz detrás de mí. Era mi padre.
-¿Por qué?-dije sin darme la vuelta-. ¿Por qué mi padre está vivo y yo no lo puedo saber?
-Sam, relájate-me aconsejó Bryan.
-¿Y qué pasa si no lo hago?
   Mi padre le dirigió una mirada significativa. Mire a Bryan, sus ojos de hielo se clavaron en los míos... ¿Qué me estaba haciendo?
-Nnnn... no-conseguí decir antes de caer dormida en brazos de mi padre.

<<¿Por qué tienes que enfadarte con tanta rapidez, Sam?>> dijo Bryan; no lo dijo en voz alta, lo dijo en mi mente.
<<Si tú me lo hubieras contado todo no habría pasado nada de esto, Bryan.>>
   Abrí los ojos lentamente, había una luz cegadora, proveniente de la linterna de mi padre. Me levanté y miré a Bryan.
<<No hagas nada, esta vez no voy a gritar>>.
-Papá...-sonaba raro después de tanto tiempo-. ¿Cómo... lo hiciste?
-¿El qué... hija?-¿Aún me consideraba eso?
-¡Dejaste morir a mamá! ¿Por qué?-dije con lágrimas en los ojos.
-Samantha... no lo entenderías.
-¿Cómo fuiste capaz?...-me estaba poniendo nerviosa, debía relajarme si no quería dormir de nuevo-. Eres un miserable-dije con toda la frialdad de la que fui capaz.
   Observé a Bryan. Estaba sereno, sombrío, frío, distante... Quería hablar con él...
<<Dime, Sam>>
<<¿Qué?>>
<<¿De qué quieres hablar??>>
<<¿Por qué no me lo contaste?>>, empecé a llorar.
<<Es... complicado. Si me das otra oportunidad, te lo contaré.>>
   Asentí.
-¿Queréis volver?-dijo de pronto mi padre.
   Bryan me miró; <<Sí, Bryan>> Me cogió la mano, <<Cierra los ojos, Sam, esto te va a marear>>, le obedecí. Empezamos a dar vueltas y vueltas.

miércoles, 20 de octubre de 2010

***4: "MI" Bryan***

Miré el reloj, eran las ocho y media, debía ir al comedor... había quedado con Bryan. No me sentí con ánimos de ir... Pero se lo había prometido. Cogí la chaqueta y me fui. Al principio, fui caminando, pero después, para que Bryan no pensara que le había dejado plantado, fui corriendo. Cuando llegué al comedor, busqué a Bryan con la mirada. Estaba en nuestra mesa, mirando el reloj. No me preocupé ni siquiera de mirar a los demás. Avancé hasta nuestra mesa.
-Perdón por el retraso... lo siento...
-Hola, no pasa nada.
   Me senté a su lado, le miré y él me cogió la mano. Entrelazamos nuestros dedos.
-¿Estás bien? Angélica va diciendo que te ha visto llorando...
-No. No estoy bien... ¿si el director te dijera que no puedes llamar a tu hermano y cuando lo llamas a escondidas él te dice una cosa que puede cambiarte el futuro para mal qué harías? ¿Sonreír y fingir que todo va bien? Yo no puedo hacer eso...-las lágrimas corrían por mis mejillas-. Créeme si te digo que no puedo.
   Me abrazó. Me pilló desprevenida, pero seguí llorando. Todo el mundo que pasaba por nuestro lado nos miraba y murmuraba. Yo oía todo lo que decían. Paré de llorar, pero seguí en el hombro de Bryan. Quería seguir escuchando. De repente, me vino una idea a la cabeza: le contaría a Bryan todo lo que me estaba pasando.
-Bryan... tengo que contarte una cosa.
-Dispara-esa era su palabra preferida cuando tenían que preguntarle o contarle algo.
-Es que... cuando entré en el despacho parecía que no había nadie, pero yo sabía que él estaba allí porque oía su respiración y sus latidos... sé que no me vas a creer... pero ahora mismo mientras lloraba, oía lo que decían cuando pasaban por mi lado, aunque te parezca imposible... y, aunque no me creas...
-Te creo-me cortó-. Y sé lo que te pasa... porque a mí también me ocurrió al principio... Esta noche hablaré con él y, si quiere, vendrás conmigo mañana para comenzar tu entrenamiento y, cuando lo acabes, podrás ayudarme.
-¿Él? ¿Quién?
-Todo a su tiempo, Sam. Todo a su tiempo.
-Pero...
-Sí-me volvió a cortar-, tienes curiosidad, ya lo sé-empezamos a reírnos-. En serio, Sam, todo a su tiempo.
   Lo notaba serio, pero no distante, y eso me reconfortaba. Todo empezaba a ser tan distinto de una vida normal... se tornaba raro y fantástico... y, para alguien sin imaginación, imposible.
-¿Nos vamos al lago?-pregunté como si nada, cuando Angélica pasaba por nuestro lado. Él pilló la indirecta.
-Claro- se levantó, me dió un beso y todos se quedaron mirando. Angélica tiró su bandeja al suelo irritada. Y yo me reí de todo. Bryan me miraba y sonreía. Al ver de nuevo la cara de Angélica me entró la risa otra vez. Hasta que no salimos del comedor no pare de reírme.
-Y yo que pensaba que ésta sería la noche más triste de mi vida...
-¿Todavía sigues preocupada por lo de tu hermano?-asentí-. Pero... si todo se solucionara, ¿estarías contenta?
-¡Pues claro! ¡Me sentiría capaz de todo!
   Corrimos por la espesura del bosque, reíamos y jugábamos a que éramos seres fantásticos. A veces, Bryan parecía ser fantástico de verdad. En el lago, descubrimos un banco de peces amarillos y azules, eran preciosos. Algunas veces, Bryan se columpiaba en las lianas y se zambullía en el agua... Hoy me cogió por la camiseta a medio camino y me tiró al agua, segundos después fingía que no le hablaba.
-¡Oh, venga vamos...! ¡No te enfades!
-¡Pues para de tirarme al agua como si fuera un pez!-al escucharme a mi misma, me entró la risa y me dejé llevar.
-¿Y si fueras un pez?
-No sé cómo lo harías...
-Pues yo sí-entre el tono de su voz y su postura, provocó tal contraste que me entró la risa... otra vez.
-Vamos, quiero cambiarme de ropa-dije. Le cogí de la mano y le arrastré literalmente hasta la linde del bosque.
-Pero, ¿por qué tienes tanta prisa?-preguntó riendo.
-Porque... tengo que... hacer una cosa.
-¿Qué cosa?-preguntó-. Tengo curiosidad...
-¡Eh! ¡Esa es mi frase!-dije socarronamente y me sonrió.
   Corrimos a través del bosque, pero, a la mitad, nos detuvimos, no podíamos más. A partir de ahí fuimos caminando, cogidos de la mano. Era increíble saber que, al fin, estaba con alguien que sabía valorarme, que no me quería para utilizarme. Cuando estábamos a punto de salir del bosque y nos encontramos con las piscinas, intentó tirarme al agua.
-Pero, ¿qué haces?-chillé casi histérica.
   Fingí cabrearme. Entonces, él me empujó al agua, esta vez caí dentro; pero al caer, le agarré de la camiseta y cayó conmigo.

             .   .   .

   Nos detuvimos entre los dos pabellones. Todos salían para ir a los baños, era la hora de la ducha. Nos pusimos uno frente a otro; él me miraba, yo jugaba con la cremallera de su chaqueta mojada. Me cogió la mano y le miré para ver su expresión, ¿estaría molesto por algo? Pero en lugar de eso, me encontré con su rostro lleno de alegría, radiante de felicidad.
-¿Qué...?-me interrumpí al ver que él miraba detrás de mí. ¿Qué podía estar mirando? Me di la vuelta y solo pude decir una cosa.-¡¡¡JOE!!!-salí corriendo en su dirección. ¡Casi nos caemos del impacto!- Pero... me dijiste...
-Olvida lo que dije. Estoy arto de tener que esperar para verte sólo los fines de semana...
-¿Entonces...?
-Lo he falsificado todo...-me susurró al oído-. Después te lo cuento, tengo que darme una ducha no sé si lo sabrás...-me dió un beso en la mejilla y se fue.
   Me di la vuelta lentamente, por si Bryan no estaba. Pero me equivoqué. Lo miré, me sonreía como nunca lo había hecho. Cuando llegué junto a él, le miré a los ojos, él me devolvía la mirada.
-¿Tienes algo que ver con esto?-pregunté sonriendo-. Y no me mientas.
-¿Yo? ¿Mentir? ¿Cuándo?
-¿Empiezo ahora o dentro de un rato?
-Nunca-dijo acercándose más a mí.
-¿Y eso cuándo es?-empezamos a reírnos. Me descuidé un momento y me atrapó en su mirada. Parecían una puerta hacia el alma... pero no encontraba la llave, tal vez porque él no me la había dado... Acercó su rostro al mío, sus labios a los míos... y me dio un beso. Sus labios se movían por los míos como cubitos derritiéndose, estaban helados y mojados. Mientras, todo el que pasaba cerca de nosotros silbaba, cuchicheaba y reía.
-¿Nos vemos después?-pregunté socarrona.
-Después, ¿cuándo?-preguntó, agudo.
-Después...-me reí.
    Llegué a mi cuarto; cogí una mochila, metí la toalla, la ropa y la bolsa de aseo. Me fui a las duchas femeninas, las masculinas estaban justo en frente. Nunca me había bañado con nadie delante, así que fue un alivio ver que las duchas eran individuales. La delegada de nuestro pabellón me dio la llave de mi taquilla: la 347; la combinación... era un poco complicada.
   Después de vestirme (muy rápida), dejé las cosas en la taquilla y me dirigí a la  puerta de en frente: las duchas masculinas. A la vez que yo pasaba, todos se tapaban o se escondían... mientras yo sonreía descaradamente; total, no me interesaban... Me acerqué a un chico que ya estaba vestido.
-¿En qué ducha está Bryan?-le susurré al oído.
-La segunda de la izquierda-contestó en el mismo tono.
   Me despedí de él con un gesto de la mano y fui a la ducha indicada. Abrí y... ahí estaba él, poniéndose los zapatos.
-Pero, ¿qué...?-le puse un dedo en los labios.
-Sólo dije "después"-le sonreí-. ¡Vamos!
   Le acompañé a su taquilla, ¡casi pillo la combinación! Luego me cogió de la mano y echamos a correr. Al salir, aminoramos el paso.
-¡Estás loca! ¡Definitivamente lo estás!-dijo sonriendo muy, muy cerca de mí.
-Ah, ¿sí?-me hice la inocente.
-Sabes que podría haberte visto tu hermano, ¿no?-dijo con malicia.
-¡Bah! ¿Y qué me va a hacer? Máximo pelea en su cuarto...-me eché a reír nada más que de pensarlo-. Como siempre, él gana.
-Y ¿si te ve conmigo?
-No creo que pase nada... bueno, sí...
-¿Qué?
-Me pondré como un tomate-dije y se echó a reír.
-Eso habría que verlo...-me susurró al oído.
-Eres... retorcido... pero yo... lo soy más-me aparté de él.
-Oh, vamos... Ya sé que eres retorcida...
-¡Ah! ¿Que soy... retorcida?-pregunté fingiendo estar enfadada-. Has caído muy... bajo.
-Pero... ¿me estás tomando el pelo no?
-¡Pues claro!-me acerqué y le di un beso.

sábado, 9 de octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

***Capítulo 3: Nuevos Descubrimientos***

   Unas horas después, me desperté. Estaba empapada, en la orilla del lago. Bryan estaba a mi lado, también muy mojado. Lo miré con alegría y miedo a la vez, no debía estar con él. Quise hablar pero me tapó la boca con la mano. Cogí su mano e intenté quitarla de mis labios.
-No hables. Tienes que descansar-me dijo con un tono frío y distante-. No hace falta que me lo agradezcas.
-Pero te mentí. Sí te quiero. En el comedor... una chica rubia, muy popular, me siguió hasta el baño. Era capaz de ahogarme si no me separaba de ti, me dijo que no te vería más, que no sentiría tu presencia frente a mí nunca más...
-Calla, calla, calla... Lo sé. Jessica estaba en el baño. Me lo ha contado todo en el desayuno. Fui a buscarte a tu cuarto y, como no estabas,  pensé que estarías aquí. Y acerté. Aunque debo añadir que casi me da un infarto cuando te vi en la superficie del lago inconsciente. Me has dado tal susto que casi me ahogo yo también.
-Eso, al menos, me consuela un poco.
-Entonces, ¿eres capaz de alejarte de mí para poder verme?-asentí- Me aprecias más de lo que merezco.
-Puede, pero eso no quita que seas mi pasatiempo favorito-comenzó a reírse.
-Aún tienes el sentido del humor intacto...
-Lo reservaba para ti-dije sonriendo.
-Aún no me has contado que ha pasado para que te hayas quedado sin aire... no era profundo.
-Lo sé. Había una roca que resbalaba y... al lado había algo... no sé el qué... me ha atrapado y no me podía soltar.
-Qué raro ¿no?
-¿El qué?
-Que sólo tú hayas resbalado con la misma roca que yo.
-Me tengo que ir... tengo que llamar a mi hermano desde el despacho del director...
-Te acompaño, si alguien te ha visto conmigo y se lo dice a Angélica no me verás más. Así que, mejor que lo vea ella, la dejaré en ridículo delante de todos.
-Tienes un lado perverso, ¿me equivoco?
-No, mi abuelo fue un pederasta.
   Me frené en seco.
-Es broma-dijo riéndose.
-De todos modos me alegra que vinieras aquí... Significa que no te creíste del todo lo que te dije...
-No. Significa que no me lo creí.
-¿Me he perdido algo?
-Cuando me fui corriendo, iba a ver a Jessica, para ver si ella podía hablar contigo. No te puedes separar de mí así, sin más. Él no lo permitiría...-dijo pensativo.
-¿Él? ¿Quién?
-Nada. Cosas mías...
-Siempre me dejas con la curiosidad... Por cierto, ¿qué hora es?
-Las... -miró su reloj- once menos veinte...
-¿Ya?
-Has dormido bastante... estabas blanca como la cal...
-Sin detalles...
-A sus órdenes.
-¿Vas a tener siempre la última palabra? -se echó a reír.
   Llegamos a los pabellones de las habitaciones, nos encontramos con Angélica, la chica "mala" por llamarla de alguna manera. Íbamos cogidos de la mano. De repente Bryan me cogió de la cintura, me giró hasta ponerme frente a él, puso su mano en mi mejilla y me besó en los labios. Fue lo mejor que me había pasado jamás. Me dejé llevar y... todo el mundo se quedó helado. Todo paró de repente, menos nosotros. Nos observamos y miramos a nuestro alrededor. Todo estaba paralizado. Sentí el miedo agolpándose en mi pecho, estaba histérica.
-¿Qué ha pasado?- le pregunté- ¿Qué les está sucediendo?
-Has sido tú.
-¿Qué?
-Has parado el tiempo...-dijo con una voz tan débil que creí que me lo había imaginado.
-¿Me tomas el pelo? ¿Te crees que soy tonta?
-No, pero no crees en la magia... eso... no ayuda mucho...
-¿Y tú? ¿Crees en la magia?
-Bastante... he crecido con ella.
   Me miró unos minutos, parecía como si me hubiera paralizado yo también. Estaba pensando... en que no era posible que lo que me estaba pasando fuera cierto... pero si sí lo era... ¿cómo lo revertiría? ¿Qué haría para volver a las personas a su vida? ¿Sólo había pasado aquí o en todo el mundo? Era increíble lo que estaba sucediendo pero... a lo mejor si creía en mí misma podría revertir lo que había hecho.
-¿Cómo lo puedo deshacer? ¿Cómo...?
-Ven-dijo. Alargó la mano y me apartó un mechón de pelo de la cara-. Sólo tienes que dejarte llevar.
-¿Y cómo leches hago yo eso?-pregunté desesperada. Me pilló desprevenida. Puso su mano en mi mejilla de nuevo, se acercó lentamente y... me besó. No sabía qué hacer, así que me dejé llevar de nuevo. Era lo único que podía hacer. De repente, todo comenzó a moverse. Sonreí para mis adentros. Pero pensé que, a lo mejor, Bryan era el centro de mi poder. Comprendí que, aunque era casi imposible, había unas cuantas posibilidades de que eso fuera cierto. Sabía que todo había vuelto a la normalidad y que, seguro, todos nos miraban. Al pensar eso me entró la risa y Bryan rió conmigo.
-¿Qué pasa?-me susurró al oído.
-¿Nos estan mirando todos?-pregunté en el mismo tono.
-Sí. Pero, ¿tanto te molesta?
-No... me da vergüenza- me miró a los ojos y comenzó a reírse.
-Por algo hay que empezar para quitarse la vergüenza ¿no?
-Sí, tienes razón- y me besó de nuevo.
   Angélica se acercó, mirándome con desprecio.
-¿Significa eso que sois novios?
   Pensé en contestar, pero Bryan se adelantó.
-Sí, somos novios.
   Lo miré por el rabillo del ojo, él hacía lo mismo. Me sonrió y me guiñó un ojo. Le devolví la sonrisa.
-Te lo advertí-me dijo Angélica-. No me hiciste caso... ¿estás preparada para lo que te espera?
-Creo que sí, todo lo que tenga que pasar acabará sucediendo, al fin y al cabo ¿verdad, Bryan?
-Estoy totalmente de acuerdo, Sam.
-¿En serio? ¿Estás de acuerdo con ésta?- dijo Angélica enfatizando la última palabra-. No me lo puedo creer.
-Puedes empezar por asimilar que nunca estaré contigo... Luego, podrás con lo demás, creo.
-Angélica... -cogí la mano de Bryan-, no pienso acobardarme. Estoy cansada de tus chantajes.
-¿Qué?- dijo con desprecio- ¿Mis chantajes? ¿Lo ves? -le dijo a Bryan- Ahora se inventa cosas.
-Adiós, Angélica -le dijo Bryan fríamente-. No te acerques a ella o sufrirás las consecuencias -se dio la vuelta y nos marchamos.
   Me quedé pensando en las palabras que Bryan le había dicho a Angélica. Me entró la curiosidad al recordar sus últimas palabras. No sabía que Bryan fuera tan protector... Pero, aunque lo fuera... no creo que quisiera hacerle nada a Angélica... ¿o sí?
-¿Sufrirás las consecuencias?-pregunté haciéndome un poco la inocente.
-Era un decir... ¿te lo has creído?
-Más o menos...-contesté con la mirada baja-. Pero, ¿crees que me dejará en paz?
-Es posible-empezó a reírse-. Aunque me gustaría ver su cara si...
-Si...
-Nada, nada...
   Estaba completamente segura de que guardaba varios secretos... Pero, yo sola no podía averiguarlos... Pensé en hablar con Jessica. Pero ahora debía llamar a mi hermano... ya habíamos llegado.
-¿Luego nos vemos?-pregunté.
-Sí, en la cena... después, ¿te apetece ir al lago?
-Claro.
   Sonreí, llamé a la puerta del despacho y entré. Me dirigí a la silla, enfrente del escritorio. El sillón del director estaba al revés, pero sabía que había alguien, escuchaba sus latidos, su respiración. Pero, ¿qué me sucedía? ¿Por qué tenía el oído tan agudo? Tenía que estar alucinando... El sillón se giró.
-Señorita Davies... ¡Qué sorpresa!
-Hola, señor director.
-¿A qué debo tan tremendo honor?
-Casi me ahogo en el lago y...
-¿Querrías avisar a tu hermano?-me interrumpió.
-Sí, bueno, si usted me lo permitía...
-Pues... no. Tu asistenta social me prohibió terminantemente que te pusiera en contacto con tu hermano...
-Pero, ¿por qué tendría que hacer eso?
-No tengo ni idea...-dijo con un suspiro.
-Pero... ¿no puede hacer nada? Esto es un caso especial... ¡he estado a punto de ahogarme!-casi grité.
-¿Un caso especial?
-Bueno... pues... lo he intentado-dije aguantando las lágrimas-. Adiós, señor.
-Adiós, señorita Davies.
   Salí del despacho, fui caminando tranquilamente hasta la esquina y, cuando creí que nadie me veía, salí corriendo. En frente del pabellón de las chicas, me encontré con Angélica. Me cogió del brazo y me hizo volver la cara. Al verme llorando se quedó de piedra, aproveché la oportunidad, me solté y seguí mi camino. Llegué a mi cuarto, metí la llave en el cerrojo, pero no abría... Lo volví a intentar... Después de un rato, la puerta se abrió. Cerré la puerta detrás de mí y empecé a llorar más que antes. Cogí el móvil y marqué el número de Joe.
   Piii... piii... piii...
-¿Diga?
-¿Joe?-pregunté con la voz ahogada.
-¿Sam?-dijo en voz baja-. Pero, ¿qué haces? Si te pillan...
-Joe, ¿qué ocurre? ¿Por qué no me dejan llamarte?
-Saben que soñaste con la muerte de... nuestros padres... No sé cómo se han enterado...
-¿Quién lo sabe, Joe?-no me contestó-¿Joe?
-Tengo que colgar... Te quiero.
   Me colgó. Ahora estaba peor que antes, ¿qué estaba pasando? ¿Quién les había dicho lo de mi sueño?

lunes, 4 de octubre de 2010

***Capítulo 2: Complicaciones***

   Por la mañana, me desperté a las siete y cinco. Estaba ansiosa, pero no debería estarlo. Me levanté a las siete y cuarto, me vestí, hice la cama y salí a dar un paseo.Volví a las ocho menos diez. Minutos después, alguien dio tres golpes en la puerta. Abrí la puerta. Era él.
-Hola-dijo muy contento.
-¿Por qué tanto entusiasmo?-pregunté con mucha curiosidad.
-Pues...
-Puedes confiar en mí. Lo sabes, ¿no?
-Sí, por eso no quiero decirlo...-dijo con cautela.
-¿Me vas a dejar con la intriga?
-Puede que sí... o puede que te lo cuente... después de comer-empezó a reírse, no sé si por la cara de fastidio que puse, o por la satisfacción de fastidiarme.
-¿Te diviertes fastidiándome?
-Sí, solo porque estás preciosa cuando te enfadas...-me cogió de la mano y echamos a correr-. En serio.
   Llegamos a la cafetería y me abrió la puerta, muy amable, demasiado. Entré delante de él y me dirigí al mostrador de la comida y cogí un bollo y un vaso de zumo, él me imitó y fuimos a sentarnos en la mesa donde yo estaba la noche anterior. Todos nos miraban y parecía que sólo yo me daba cuenta de ello. Pero no podía apartar la mirada de sus ojos de hielo. Eran inexpresivos, fríos.
-¿Soy preciosa o te lo has inventado?-pregunté para romper el silencio-. Es sólo curiosidad...
-Tú siempre tienes curiosidad y sí, eres preciosa-me puse roja-. ¿Más preguntas?
-¿Cómo te llamas?
-Bryan, y tú eres Sam ¿me equivoco?
-Veo que por aquí se ha hablado mucho de mí...
-¿Por qué estás aquí?
  Me quedé clavada en el sitio. ¿Y ahora qué? ¿Se lo soltaba todo? ¿Y después qué? ¿Me iba? No sabía qué hacer. Me puse blanca, él se dió cuenta.
-No hace falta que me lo digas.
-Cuando yo esté preparada-le susurré al oído-, te lo contaré todo. Pero ni yo misma lo he asumido todavía. Lo siento.
-Tranquila... Lo siento, yo... Tiene que ser horrible para reaccionar de esa manera-dijo suavemente, como si le molestara que yo estuviera débil, pálida, depresiva.
-Sí, no sabes cuánto-se me escapó una lágrima, él me acarició la mejilla-. Pero, tú serás el primero en saberlo. Te lo prometo.
   Se quedó petrificado al ver que una de sus amigas, rubia, baja y delgada, se había levantado y se dirigía hacia nosotros.
-Hola-dijo-. Soy Jessica. ¿Cómo te llamas?-preguntó inocentemente-. No te conozco.
-Soy Sam...
-¿Samantha Davies? ¡Qué flipe! ¿Qué haces con éste?-preguntó de broma-. ¿No es poca cosa?
-Jessica-intervino Bryan-, sólo somos amigos. ¿Lo entiendes?
-Sí, vale. Pareces mi abuela, Ray.
   Miré a Bryan con curiosidad, él captó mi mirada y me sonrió.
-Es un diminutivo... aunque a veces me pone de los nervios...
   Comencé a reírme y Jessica conmigo.
-Me caes bien, Sam-dijo-. ¿Vienes esta tarde de compras al centro? Después de las clases, claro. No quiero que te saquen de aquí, acabas de llegar...-se quejó.
-No creo que me puedan sacar... más que nada porque...mis padres...-empecé a llorar-están en el cementerio...
   Todos los que estaban a mi alrededor me miraron, el comedor se quedó en silencio, Jessica se tapó la boca y Bryan me abrazó. Quería desaparecer, no quería que nadie me viera, debía salir de allí, lo necesitaba.
-Bryan... ¿podemos irnos? No soporto ponerme así, necesito aire...-le susurré al oído.
-Está bien. Jessica, ¿le explicas lo ocurrido a los profesores? No puedo dejarla sola, y menos después de esto.
-Estoy de acuerdo, yo os cubro. Iré a hablar con el director.
-¡No! ¡Por favor, no! ¡A él no!-me puse nerviosa-. Por favor...-supliqué entre sollozos-. Te lo suplico...
-Tranquila, Sam-dijo Jessica-. ¿Estás bien?
-No, tengo que contároslo todo... no lo soporto más-los cogí a los dos de la mano y los conduje a la escalera de las piscinas. Me senté en el borde de la segunda piscina y comencé-. Ese día, mis padres y yo íbamos de compras. Todo era normal: íbamos por el camino de siempre. Le pedí a mi... a mi... padre... que cambiara la emisora de la radio... y...-los recuerdos se agolpaban en mi cabeza-ocurrió...
-¿El qué, Sam?- preguntó Bryan, que me tenía entre sus brazos.
-Mientras cambiaba la emisora, se saltó un semáforo... y... chocamos con una moto... a mí no me pasó nada... estaba asustada... salí del coche y entonces los vi... estaban en los sillones delanteros... mi padre estaba muerto... abrí la puerta y entré... mi madre estaba agonizando... me dijo algo antes de... <<Cariño, cuídate. Te quiero. ¿Tu padre...?>> Y ahí se murió... No pude decirle adiós... ¡¡Y TODO POR MI CULPA!! Entonces llegó la policía... Me encontraron tirada en el suelo, llorando. Lo único que pude decir fue << Mis padres>> Desde entonces no he vuelto a pronunciar esa palabra... hasta hoy... Todo fue por mi culpa... ¡¡FUE POR MI CULPA!!
   Bryan me sujetó la cabeza, me miró intensamente y me dio un beso muy dulce en la frente.
-No fue por tu culpa. Eso es algo que pasa algunas veces. Mala suerte. Eso es todo.
   Me dejé llevar por el dolor. Pensé que me iría con mis padres, que me perdería en la oscuridad para no volver a ver la luz jamás. Cerré los ojos. Me desperté un tiempo después, tenía frío. No quería abrir los ojos y ver que todo había sido un sueño que me había dormido después de hablar con mi madre... después de que muriera... Entonces escuché la voz que me recuperaría de todo en unos segundos, Bryan.
-Hola, princesa. ¿Ya estás mejor?
-¿Cómo sabías que ya estaba despierta?-abrí los ojos.
-Tus jadeos... son... increíbles...- cerró los ojos unos segundos- Esa historia... es horrible... Lo siento, si pudiera hacer algo por ti...
-¿Abrazarme?
-Sus deseos son órdenes para mí.
   Me abrazó con suavidad, pero sin dejarme ir en un rato. Me descargué entera, necesitaba desahogarme. Nos quedamos un tiempo así, no sé si minutos, horas, segundos... no tenía ni idea. Se me hacía raro estar así con alguien que no fuera mi hermano, o mi primo... pero, ¿él? Con él era todo distinto. No sentía amistad, sentía algo más... cariño no era un término lo bastante extenso como para acoger todo lo que había en mi interior. No sabía de qué hablar. Entonces me di cuenta de que Jessica no estaba, se había ido.
-¿Dónde está Jess? ¿Se ha ido?-pregunté.
-Sí, fue a hablar con mis "amigos" para contarles lo que ha pasado. Necesitan saberlo, ellos pueden ayudar...-explicó acariciándome el pelo-. Me encantaría estar así para siempre... -me susurró al oído. Nos quedamos mirándonos, su rostro estaba a escasos centímetros del mío, podía sentir su aliento en mi piel pálida.
-Siempre saco mi otro lado cuando estoy contigo-dijo apartándose un poco pero cogiéndome la mano.
-Y yo cometo incoherencias... demasiadas..., diría yo
-Estoy completamente de acuerdo contigo... Aunque lo mío es peor.
-No. Estoy segura que, cuando nos vimos la primera vez, yo quedé peor que tú en cuanto a reputación. Todos me miraron raro... Me dio vergüenza y me fui...
-Me habría encantado que te quedaras...
-Y a mí haberme quedado, pero entonces no estaríamos aquí... de este modo.
-Tienes razón...
-Siempre suelo tenerla-se echó a reír-. Es cierto -insistí.
-Te creo. Es sólo que...
-Que...
-Nada.
-A tí te encanta fastidiarme ¿me equivoco?-empezamos a andar.
   Dentro del recinto del internado de San Nicolás, había un lago, rodeado por un precioso bosque. Comenzamos a pasear y, sin darnos cuenta, estábamos en la orilla del lago, justo enfrente de la cascada. Me paré en seco al ver el fondo. Era el mismo que el de mi sueño, la noche anterior. Pero, no podía ser, era demasiado fantástico, ¿no? Necesitaba tranquilizarme, caminé lentamente hacia la cascada, el sonido me relajaba. Bryan venía detrás de mí. Me cogía de la cintura, apoyaba su cabeza en mi hombro... era increíble. Me encantaba la sensación de saber que lo que más le importaba en esos momentos era yo, de no ser así, ¿por qué perder clase?
   Me senté en el borde de una roca, él se sentó a mi lado.
-Ojalá el tiempo se detuviera...-suspiré.
   A pesar del ruido me escuchó, se acercó más a mí y me acarició la mejilla.
-Ojalá, pero no lo va ha hacer, y nosotros tenemos que comer, ¿no?
   Volvimos al comedor, todos me miraban. Cuando nos sentamos, me puse nerviosa. Una chica me miraba con odio.
-Voy al baño-dije-, ahora vuelvo.
   Me levanté y fui al baño. Me lavé las manos y, cuando iva a salir, llegó la chica que me había mirado mal. Era rubia, con los ojos marrones y alta. Era la más popular de todo el internado y, además, le gustaba Bryan. ¿Y a quién no? Intenté salir, pero ella me cortó el paso.
-¿Qué te crees que haces estando con el chico que a mi me gusta?-me preguntó con desdén.0
-Perdona, ¿me ablas a mí? No creía que caerías tan bajo...según tú. ¡Oh! Pero se trata de la chica que siempre está con Bryan... es cierto.
-Aléjate de él.
-O si no ¿qué?
-No lo tendrás nunca-me cogió del cuello de la camiseta.
-Está bien, lo que tu digas-dije casi sin aire.
-¿Lo ves? Es más fácil así.
   Me fui del comedor sin mirar a Bryan. Empecé a correr, me acordé de la noche anterior y comenzé a llorar. Era demasiado duro dejar al chico que amas sin darle ninguna explicación. Duro para los dos. Porque yo no quería dejarlo, estaba obligada... ¡Lo amaba! Esta vez no llegó a tiempo para dejar la puerta abierta, aunque segundos después tocó a la puerta.
-¿Quién es?-pregunté, aunque ya sabía que era Bryan.
-Bryan. Déjame pasar.
-No. Vete. No quiero estar contigo, ¿lo entiendes? No te quiero-esa mentira era tan evidente, no sabía como iba a colar. Se lo creyó. Quizá porque dolía tanto que no quería que se lo repitiera, o quizá porque nunca le había mentido-. Vete.
   No se lo pensó dos veces, se fue como había venido, corriendo.
   Cogí el portátil, mi hermano me había contestado la noche anterior. Empecé a leer.
HOLA SAM.
ESPERO QUE ESTÉS MEJOR QUE CUANDO... TÚ YA ME ENTIENDES... ESTA MAÑANA HE ESTADO CON TU ASISTENTA SOCIAL, ES BUENA PERSONA. NO LA MALINTERPRETES AUNQUE NO TE HAYA DEJADO SALIR PARA IR AL ENTIERRO DE NUESTROS PADRES. HARÁ TODO LO POSIBLE POR SACARTE DE AHÍ, DICE QUE SOY MUY RESPONSABLE Y QUE SABRÉ CUIDAR DE TÍ. OJALÁ ESTUVIERAS AQUÍ, CONMIGO, CONSOLÁNDOME PORQUE ME HUBIERAN QUITADO LA CONSOLA UNA SEMANA. ¿LO RECUERDAS? ADEMÁS FUE ELLA QUIEN MANDÓ PINTAR TU HABITACIÓN COMO TENÍAS LA DE CASA. ¿TE SORPRENDIÓ MUCHO? BUENO TE DEJO TENGO QUE TRABAJAR. TE QUIERO.
                                                                                                          JOE
   Era genial que al menos alguien me diera una alegría. No quería contestarle porque me estaba quedando dormida, al día siguiente lo haría, porque no asistiría a las clases. Esa noche no pude dormir, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder hacerlo.
   Por la mañana me levanté a las seis y media era demasiado temprano pero si quería salir, debía hacerlo muy temprano. Me vestí y salí hacia el bosque. Llegué al lago y me metí en el agua, no quería pensar, no podía permitirme a mí misma amar a Bryan. Sin darme cuenta me fui hacia lo hondo. Un momento después, pisé una roca resbalosa y me quedé atrapada, debajo del agua. Intenté salir a la superficie, pero cuanto más esfuerzo hacía más energía y aire gastaba. Me quedé sin oxígeno, y perdí el conocimiento.