martes, 8 de febrero de 2011

***Capítulo 9: Poderes Ocultos***

   Entramos a la sala de las paredes blancas. Automáticamente fui hacia la mesa y cogí la foto de mi madre. Alcé la mirada. Mark me miraba, serio. Le sonreí; y en sus ojos apareció algo.
-Sam, tienes mucho que contarnos, ¿verdad?-preguntó mi padre.
-La historia que mas me contaba... era la de una chica que poseía grandes poderes y que siempre llevaba con ella un báculo; supongo que era el Báculo de Allégora, y que la chica era ella. Me lo contaba todo con detalles, como si ella estuviera allí... era increíble.
-¿Nos podrías contar tú la historia?
-Sí, hace mucho que no la escucho... pero podría intentarlo.
-Tranquila, hay tiempo. Mañana hablaremos-sonrió-. Pero, Mark...
-¿Sí, señor?
-Quiero que mañana enseñes a Sam a defenderse, ¿podrás?
-Con mucho gusto, señor.
-Y... no hace falta que me digas señor. Los amigos de mi hija son mis amigos; llámame John.
-Está bien..., John-sonrió-. Sam, ¿puedo hablar contigo un momento? Sólo serán unos minutos.
-Claro-le dije. Al instante cogí su mano y me dirigí a la puerta precipitadamente.
   Hasta que no salimos de la sala, no me di cuenta que íbamos cogidos de la mano. Me quedé quieta. Le miré a los ojos; después, nuestras manos unidas... ¡acababa de terminar con Bryan! ¿Qué estaba haciendo? Le solté la mano, pero sonreí.
-Lo siento... soy muy impulsiva.
   Continuamos caminando hacia mi cuarto. Íbamos en silencio, y eso me mortificaba; odiaba el silencio con todo mi ser.
-Mark, ¿desde cuándo conoces a mi padre?
-Desde... hace dos años, más o menos, ¿por qué?-me miró con curiosidad y se me escapó una sonrisa.
-Nada en especial... Si hubieras sabido que era mi padre, ¿me lo habrías dicho?-pregunté dudosa-. Sé sincero.
-Sí. Te lo habría dicho.
-¿Y si él no te lo permitiera?
-Aún así.
   Me confirmó lo que sospechaba, Bryan me había traicionado. Pero, ¿por qué? Mark me lo habría dicho, ¿por qué Bryan no? ¡Esto no tenía sentido!
   Entramos en mi cuarto, él se sentó en la cama y yo me dirigí de nuevo hacia la cómoda. Abrí el último cajón, saqué una caja de zapatos y la puse encima de la cama.
-Mira, aquí están todas las historias que solía contarme mi madre. La mayoría hablan del báculo-saqué todas las hojas. Estaban amarillentas, del polvo.
-¡Están arrancadas de un libro! ¿Sabes lo que puede significar?-le miré confusa-. Has hecho en dos horas lo que tu padre no ha hecho en años...
-A lo mejor, mi madre confiaba más en mí, después de todo; pero el libro no era suyo, lo habría leído de ahí, ¿no?
-No sabes nada del libro...
-Nada.
-Ven, vamos a hablar con tu padre.
   Me cogió de la mano y me llevó hasta mi padre. Llevaba las hojas en la otra mano, cuando mi padre las vio quiso verlas.
   Se pasaron toda la noche hablando del báculo, comentando las historias y haciendo planes para los próximos dos días. Yo estaba tan cansada que apoyé la cabeza en el hombro de Mark y cerré los ojos. Sentía que me miraba, pero no me atreví a mirar.
<<Buenas noches, Sam>>, se me dibujó una sonrisa en el rostro; era Mark.
<<Hasta mañana, Mark>>

   Me desperté un poco mareada. Recordaba dudosamente cómo Mark me había llevado en brazos hasta la cama la noche anterior. Miré a mi alrededor; genial, no había reloj.
<<Mark, ¿estás despierto?>>
   No me contestaba.
<<¡Mark!>>
<<Ahora sí>>, le notaba adormilado.
<<¿Sabes qué hora es?>>
<<Las... ocho menos veinte>>
<<¿Qué?>>, dije incrédula. <<Mark, tengo que irme>>
<<¿A clase?>>
<<No; necesito irme... no soporto este lugar... Pero no sé exactamente como salir de aquí>>
<<Piensa en la roca del lago, concéntrate en ella; y, cuando notes su calor... pídele que te lleve a tu cuarto>>
   Cerré los ojos. Me concentré en el internado, en el lago y, más concretamente, en la roca situada justo debajo de la cascada. Vislumbré una superficie azul y un brillo sobrenatural, que se percibía desde lejos. Noté el cosquilleo del calor de la piedra en la punta de mis dedos. Estaba en medio de la nada, todo era blanco... excepto el agua. Me concentré aún más pero la piedra me dio una negativa. Comprendí que me pedía un destino, un lugar en el que dejarme.
<<Mi cuarto en el internado>>, pensé.
   Noté cómo mi cuerpo se desvanecía y, luego, cómo subía a la superficie desde un mundo lleno de luz. Abrí los ojos. Estaba tumbada en mi cama. En una esquina de la habitación se encontraba Laura, mirándome fijamente.
-Sam, ¿de dónde has salido?-preguntó asustada.
   Me senté en el borde de la cama, ¿qué le decía yo ahora? ¿Que una piedra mágica me había traído? Me reí sólo de pensarlo.
-Laura, he estado aquí todo el rato-no me gustaba mentir, pero a partir de ese momento debería hacerlo continuamente.
-¿Ah, sí? Pues no te había visto-dijo confusa.
-Estás durmiendo aún, Laura.
   Las dos nos echamos a reír.
-Lo siento, oye... ¿hoy no vas con Bryan a desayunar?
   Me quedé de piedra. Bryan. De nuevo salía el tema. Bryan aquí, Bryan allá... ¡Bryan hasta en la sopa!
-No-dije triste-. Se ha ido.
   Una lágrima traviesa rodó por mi mejilla.
-Sam, lo siento... yo... no...-tartamudeó.
-Tranquila, ¿vamos a desayunar? Necesito distraerme.
   Asintió. Cogí el portátil y salimos de la habitación. Caminamos en silencio hasta la cafetería, odiaba el silencio pero necesitaba pensar. Esto, en ese momento, era lo mismo que llorar desconsoladamente.
   Llegamos a la cafetería, no sentamos en la mesa de la noche anterior. Encendí el ordenador y Laura fue a por su desayuno. Puse la contraseña. Me estaba poniendo nerviosa; conté hasta diez. 1... Laura venía con dos bandejas; 2... se sentó a mi lado; 3... me pasó mi bandeja; 4... su bandeja cayó al suelo; 5... me estaba poniendo de mal humor; 6... todos comenzaron a gritar; 7... ¡Relajación, Sam!; 8... iba a estallar; 9... alguien entró por la puerta; 10... ¡no servía de nada!
   Unas manos frías como el hielo me taparon los ojos.
-Mark-dije. Escuché una risa suave y cantarina cerca de mi oído.
-¿Cómo lo sabías?
   Me encogí de hombros. Le cogí una mano y la puse en mi mejilla.
-Siempre estás frío-sonreí.
-Verdad-sonrió a su vez.
   Se sentó a mi lado. Laura miró a Mark como solía mirar a Bryan, me enfadé. Miré fijamente la pared de enfrente. Todo comenzó a ponerse borroso, una neblina blanca ocupó mis pupilas.
-Mark-susurré asustada.
-Sam, tus pupilas...
-¿Qué les pasa?-no podía parpadear.
-Han desaparecido... tus ojos son blancos...
-Mark, llévame con mi padre...
-Está bien.
   Me tomó en brazos y salimos de la cafetería. ¿Qué pensaría Laura? ¿Se habría dado cuenta de todo? Supuse que sí, se había sentado delante de mí.
   Sentía el aire en mi rostro, tenía los ojos abiertos... y aún así no veía nada. Mark me dejó en el suelo, con cuidado. Se tumbó a mi lado y cogió mi mano. Nuestros dedos se entrelazaron. Notaba su mirada clavada en mis ojos.
-Sam...
-Mark, llévame con mi padre... ¡Te lo suplico!
   Cerré los ojos fuertemente. Una lágrima cruzó mi mejilla, ¿por qué todo me pasaba a mí? Necesitaba tranquilidad.
   Mark apretó mi mano cariñosamente, para infundirme ánimos. De pronto, sentí un cosquilleo por todo el cuerpo que me resultó familiar; comenzábamos el viaje. Unos segundos más tarde, me volvió a coger en brazos. Escuchaba voces a mi alrededor. Pronto, se escucharon gritos lejanos...
-¡¡Señor, señor!!
   Me relajé. Ya estaba en casa, en MI casa.
-Mark...
-¿Sí?
-Gracias-sonreí.
   Después de eso me dormí.